Avelina María Rivero (1904-1998), nuestra abuela paterna, fue de las modistillas madrileñas de principios del siglo XX. Cerca de los 90 años, empezó su Cuaderno de Recuerdos, que escribía con sus manos arrugadas y torcidas por la artrosis, en el que nos relata entre otras muchas vivencias, el momento en el que terminó su etapa de aprendiza y pasó a trabajar en un conocido taller de costura madrileño.
“A los siete años tomé la primera comunión y como me gustaba coser me puse de aprendiza en la calle de Las Infantas y cuando aprendí fui a la calle Olozaga en casa de “Madame Carlier”. En la esquina de la calle todas las tardes había un organillo y lo pasaba muy bien con las compañeras. En el río Manzanares lavaban las lavanderas, y tendían la ropa, y la repartían por las casas, y era campo todo porque en muchas casas no había agua, y a lo largo del Manzanares era la Fuente la Teja. La Estación del Norte era campo, allí solo estaba Mingo y la Ermita de San Antonio y por el Paseo de San Vicente hacia la Ermita, en grupos marchaban las modistillas a echar los alfileres en la pila, una de ellas era yo, con mis compañeras de trabajo y eso era una tradición. Y luego en Mingo comíamos, huevos fritos y churros y chocolate y lo pasabas muy bien; y así hasta otro año, y es una costumbre que aún se sigue haciendo; pero ahora con tanto coche ya no es lo mismo, porque entonces eran Simones o sea coches de caballos y pocos y tampoco había autobuses«.
La abuela modistilla era traviesa como cualquier joven y con sus compañeras hacían pequeñas bromas. Relata ésta en sus recuerdos de las fiestas madrileñas.
“Cuando yo estaba trabajando en la calle de Olozaga nº4 éramos muy buenas compañeras y aunque trabajáramos lo pasábamos bien; conocíamos a un “Señor” mayor soltero y en una caja vacía de puros le enviábamos una sardina arenque vestida de novia, muy bien vestida con ramo y velo y lo mandábamos con un “Continental” de la Puerta del Sol. Esto lo enviábamos para el día de los Santos Inocentes.”
Continuará…